HOMENAJE A MI MADRE
MERCEDES GRACIA
(fallecida
el 27 de junio del 2013)
Este es mi dolor, vuestro dolor,
el dolor de todos.
Vivimos
separados del misterio, la profundidad y la grandeza de nuestra existencia.
Creemos escuchar y no escuchamos, nuestros oídos están cerrados. Atravesamos las calles semidesiertas del interior
de nuestras neuronas, refugios extraños que nos hacen pensar en una pesadilla
entre despertares.
Vivimos
para morir o quizá la muerte es ese portal del vivir. Veo morir a mucha gente
que cree que la vida no merece la pena; veo cómo asesinan a otros por ideas o
razones ; veo la vida que se lleva la propia vida. Así llego a
la conclusión de que el sentido de ésta, es la más urgente de las cuestiones. Hay que
vivir, se trata de vivir.
Khalil
Gibran dijo: “Mi reino no es de este mundo. Mi reino estará allí donde dos o
tres de vosotros os reunáis con amor, y maravillados ante el amor de la vida, y
de buen humor, y recordándome.” (Jesús,
el hijo del hombre)
Magnífico
aquí y ahora… es la carne, regalo nuestro y sólo durante un tiempo. Deberíamos
bailar con arrobamiento por formar parte
del cosmos viviente y encarnado.
¡Ay,
dolor cuando el alma no está preparada!
¡Cuando ese ser querido parte de nuestro lado!
Mas
el sentido de la muerte, no es la aniquilación... sino la
concesión espiritual de una nueva forma o marco para el espíritu. Estad siempre a su espera, pues ella une el deseo con lo buscado. Grácil forma de encontrarnos sin suspiros y lamentos.
“Sentada sola, una noche de verano,
los cabellos largos y blancos.
Ambrosía más allá del ingenio
de un universo constituido
que elimina la decrepitud.
¡Ay, muerte que eres mi vida!
Éter sagrado que flota entre salmos.
Ni la furia de tu frío aliento
acabó tu mundanal labor.
La esencia que vimos flotar,
se desvaneció por completo.
¿Cómo puede haber deseado
encontrar la tumba
entre los encalados nichos?"
(autora: Ana M. Lorenzo)
Tres
gritos de dolor. Sólo tres gritos. Vino al mundo porque era su hora de nacer y
se ha ido porque ha llegado la hora de la partida.
“Quienes aceptan el curso y
la secuencia natural de las cosas, y viven de acuerdo con ello, se hallan más
allá del gozo y la pena.” (Maestro
Zhuang)
Ese
día que tanto temimos, por ser el final de todas las cosas, en realidad fue su
nuevo nacimiento a una eternidad que le esperaba. Camino que seguiremos en un
breve tiempo. Sendero de arrojadas simientes, para que reconozcamos sus pasos.
Adiós
y bienvenida, madre. Todo fue como un sueño. Te fuiste llena de amor.
Je vais querir un grand peut-ètre… Tirez le rideau, la
farce est joué (Rabelais)
Voy a ir en busca de un gran quizá. Bajad el telón, la
función ha terminado.
Ana María Lorenzo
LA MADRE
Hay momentos en los que el silencio
es el mejor mensaje.
En los que la cordura no existe
y bendigo la locura que la muerte
esconde.
Sin reglas ni principios,
sólo la soledad como cirio.
Años atrás pasaron
cuando poco a poco tuvimos que
irnos.
Dejamos a la madre junto a su
ventana,
mirando una calle cortada.
Cierzos que agitan los árboles,
río que pasa callando.
Senderos estrechos
conducen a un final esperado.
Momentos pasados
donde la paciencia se escapa
y a otros nos obliga
a mirar al espejo.
Ahora la recobro
sólo con una cachava de diferencia,
un desfile de hijos,
y su amor que partió en silencio.
Gases de lágrimas,
y suelta sus alas.
Date a volar, entre soles de oro.
Gústalo todo porque todo es bello.
Se hace la noche, no te apures…
Numerosas sendas para ti,
primaveras de calma
y a tu lado el padre.
El tiempo y sus momentos.
La madre sigue en su ventana
mirando la perdida acera.
Distraída su quieta mente
en anhelos de esperados pasos,
o a caso no la mira
y sólo ve sus adentros.
Blancos momentos que ciegan.
Viento que lleva el estío
caliente
a unos pies andantes
en una vida de rodeos
que la mira sin pestañeo.
Gorrión que escucha sus trinos
tras los visillos y cristales.
Sinfonías que a veces pierde
bemoles
y sus corcheas y claves,
ahora, no significan nada.
Cuando trabajó,
blancos lirios eran sus esfuerzos.
Mirada limpia y sin traiciones.
Goces cautelosos
al igual que los cosidos de las
ropas
para niños que sin conciencia
jugaban.
Atenta en la enfermedad,
en los triunfos y en las penas
de los quereres que salieron de su
vientre,
así como del descanso de sus
muertos.
y siempre sus adentros.
Ochenta y nueve años de grises
velados,
algunos acentos de ternuras
se le escaparon como hilo
que no encuentra ya la aguja.
Cómo quisiera comprenderla,
conocerla...
cuando la siento igual que antes.
Esperando tras la ventana
la visita de sus hijos.
Bastón que queda solitario
en el paragüero de la entrada.
Duerme y no duerme.
Hablan sus pensamientos:
He vivido, vivo, viviré
siempre.
Desperdiciado lugar eterno
de ventanas tapiadas
y cenizas calladas.
¡Qué tristes y fríos
duermen los cementerios!
Tronco que quedó astillado.
Sepios nuestros corazones.
El alma grita
el canto de sus canciones.
MARIPOSAS SUS PENSAMIENTOS
A mi madre
(Escrito unos meses antes de su fallecimiento)
Me sorprende que tenga en la boca
tanto silencio que le acompaña.
La llevan mis palabras por ascuas sin
sentido.
El pan que guarda en el saco
le recuerda el hambre de la posguerra.
¡Ay, madre! ¡Qué lejos y qué cerca te
hallo!
La joven de ojos de cierva,
empuja su silla de ruedas
por un jardín que no conoce.
Camino sin retorno.
Me siento y le entono
coplas y baladas.
No escucha.
Su mirada traspasa mi cuerpo.
No soy nada.
Ella vive su ausencia.
El cabello blanco recogido.
En su cuello una cadena de plata,
ennegrecida Virgen de estampa
cuelga en su cansado pecho.
Soledad de su cabeza,
y yo queriendo abrazarla.
He abierto la ventana.
Dejo que el calor se aleje,
olores a pinares entren
y aviven la apagada neurona.
¡Ay, madre! ¡Qué lejos y qué cerca te
hallo!
Rosas rojas le traigo,
amor a su canto de mañana.
Pajarillos recién paridos
acunando sin levantar la vista.
Y coloco sobre su regazo
perfumados pétalos por cada hijo
que durmió en sus brazos.
Homenaje que quiero darle,
aunque sus ojos no vean.
Mariposas sus pensamientos
hacen señas en el aire.
Y muy escondido en el alma,
ella lo sabe todo
antes de que yo lo diga.
Asumo de corazón
el balbuceo de sus palabras.
Y ruego al cielo y la tierra
den gran honor
a la que un día fue reina
y madre completa.
¡Aquí va mi rosa en verso, madre!
¡Silencio! ¡Ya duerme!
Dadme la manta.
Quiero cubrirle con ella
y besos llenar la cara.
Enjuta y quieta,
la que fue mujer lozana.
¡Ay, madre! ¡Qué lejos y qué cerca te
hallo!
Sosegada, te contaré dormida,
mis aventuras y sueños.
Del mar que se mece contigo,
de las flores que dejo en tus brazos.
Vientre que beso,
entrañas que me llevaron.
http://nuevaurraka.blogspot.com.es/2013/07/el-dolor-de-la-partida-en-la-urraka.html
Revista La Urraka, donde las letras no mueren. Ana Maria Lorenzo publica con nosotros.
Poema que dedica mi amiga Maggie Fuentes a la muerte de mi madre. Gracias, Maggie